Las declaraciones de Kristi Noem el 10 de junio de 2025, acusando a la presidenta Claudia Sheinbaum de “alentar más protestas violentas” en Los Ángeles, marcan un nuevo pico en las complejas relaciones entre Estados Unidos y México.

Por un lado, Noem —en una conferencia conjunta en la Casa Blanca junto a Donald Trump— negó la legitimidad de tales movilizaciones violentas. Afirmó que si bien la protesta pacífica es aceptable, “la violencia que hemos visto no va a pasar en Estados Unidos” y responsabilizó directamente a Sheinbaum por supuestamente incitar la confrontación.
Por otro lado, Sheinbaum respondió de inmediato, calificando de “absolutamente falso” que fomentara actos violentos. Compartió un video de su conferencia del 9 de junio, en la que hizo un llamado a la convivencia pacífica y condenó los incidentes en Los Ángeles. Reiteró que su llamado fue a presionar políticamente (como enviar cartas al Congreso), no a manifestarse en las calles con violencia.
Entre la presión y el malentendido
Detrás de la confrontación se esconde un contexto mayor: las redadas del ICE en Los Ángeles, la movilización de la Guardia Nacional y marines federales, y la creciente inquietud en comunidades migrantes. Estos sucesos se entrelazan con negociaciones sensibles entre México y EE. UU., en temas de migración, comercio e incluso potenciales impuestos a remesas.
Este cruce de declaraciones no solo representa una disputa mediática, sino un choque de interpretaciones: ¿fue Sheinbaum una instigadora imprudente o una líder solidaria que apeló al respeto y la legalidad? La respuesta puede influir en cómo México es percibido diplomáticamente y cómo se gestionan las relaciones con su vecino, justo ahora que ambos convergen en foros como el G‑7.